Desafiando a la eternidad

Por Trond Borgen

Según James Joyce en su novela Ulises(1), la historia es una pesadilla de la cual el hombre trata de despertar. Es una trampa donde la pesadilla no es mi mayor preocupación, nos dice el artista noruego Allan Christensen en sus esculturas. Porque las pesadillas son temporales, mientras que la trampa del hombre es eterna y de ella no se puede despertar.

No hay despertar a menos que el acto creativo del artista tenga dimensiones cósmicas. A menos que el artista quiera medir sus fuerzas con Dios a fin de provocarlo y de desafiar a la eternidad a la que el hombre se siente encadenado. Esto convertiría al artista en una especie de Lucifer quien se subleva contra la omnipotencia de Dios, en un intento de liberación. Christensen está dispuesto a dar este paso: no tiene miedo de ser expulsado del Cielo, puesto que ya ha sido expulsado.

En otras palabras: Allan Christensen coloca al individuo en un contexto metafísico. En la primavera del 2000 literalmente destruyó una de sus creaciones: quemó la enorme escultura llamada La Carga Del Ángel en el patio de Charlottenborg en Copenhague, donde participaba en una exhibición colectiva. Fue una quema ceremonial. Los restos calcinados de la escultura fueron guardados en un sarcófago de vidrio y acero; con un marco sólido de acero, con cerrojos reforzados, y dentro de un vidrio grueso, como si quisiera controlar a una enorme fuerza. ¿Habrá destruído finalmente al pecado original?

Simbólicamente lo ha hecho. Christensen considera La Carga Del Ángel como una expresión y una materialización del pecado original, el que se ha convertido en una carga no sólo para el hombre, sino para la humanidad a través del agente complaciente de Dios, el ángel. Una maldición intacta, desde Adán y Eva, a través de la historia y hasta nustros días. Una pesadilla de la que tratamos de despertar; una trampa de la cual el hombre podrá ser liberado, solamente a través de la absoluta violación del orden de las cosas. Christensen realiza este acto quemando el pecado original y enterrándolo en un sarcófago, para mantenerlo como energía pura, ahora rota y reprimida. Coloca las cenizas en un lugar seguro como un acto simbólico, profundamente personal, pero también realizado en nombre de todos los oprimidos. Es como si Christensen se hubiese liberado, y a la humanidad, del propio pecado original. El arte se convierte entonces, en un proyecto de liberación de consecuencias insondables. La libertad destruye los límites.

Lo peculiar es sin embargo, que el ángel del nombre de la estatua de Christensen es una figura ambigua, no solo es el agente complaciente de Dios, el que obedece y cumple a cabalidad sus órdenes, sino que al mismo tiempo representa al ángel rebelde, a Lucifer, quien toma para sí la tarea de protestar y de rebelarse contra Dios. Así la carga en el nombre, es la carga eterna de Lucifer de rebelión y castigo - su expulsión y absoluto abandono- al perder finalmente la batalla contra el Todopoderoso.

¿Por qué debe continuar sufriendo el hombre este doble castigo por lo ocurrido hace tantos años tanto en el Paraíso Terrenal como en el Cielo; tantos que todo lo que de ello queda son un par de mitos? Esta es la pregunta implícita en la quema ceremonial de Christensen y en su escultura chamuscada en el sarcófago. Su respuesta se encuentra parcialmente en el sentimiento de culpa, un sentimiento personal que se remonta a la educación a la que fue sometido durante su infancia - y parcialmente a la culpa proveniente de la carga del pecado original. Pero la respuesta también se encuentra en la naturaleza creadora del arte. Un proceso de liberación que siempre debe ser realizado, una y otra vez, por cualquiera que se encuentre involucrado en el proceso creativo.

Como consecuencia tenemos, metafísicamente hablando, una metamorfosis no muy diferente a la descrita en la obra de Ovidio(2), que trata del mismo tipo de transformaciones míticas a las encontradas en las esculturas de Christensen. Cuando Ovidio comienza su poema diciendo: "Mi propósito es hablar de los cuerpos que han sido transformados en formas diversas" se refiere a imágenes religiosas y a actos míticos de dimensiones inimitables por el hombre puesto que tienen dimensiones cósmicas. Allan Christensen se coloca a sí mismo dentro de estas tradiciones con su propia metamorfosis de material similar.

Así como Ovidio quiere hacer visibles estas metamorfosis en su poesía, también Christensen hace visible su transformación del pecado original dentro del envase de vidrio del sarcófago. No solamente la hace visible, sino también controlable. Christensen ha realizado un acto que como mejor puede decribirse es utilizando las palabras de Joyce(3): "La inexorable modalidad de lo visible que al menos sino más, pensado a través de mis ojos". Estas palabras se ajustan perfectamente a nuestro contexto puesto que describen perfectamente al artista trabajando, encontrando paralelo con el trabajo de Christensen. Aquí la ambigüedad está implícita en la palabra modalidad que denota tanto la facultad de sensación, que se extiende al resto de la cita, la de visualización, de observación artística, como la habilidad de establecer algo de manera lógica, puesto que modalidad también señala la posición lógica que involucra una confirmación de la posibilidad, de la imposibilidad, o de la necesidad de contenido de lo contemplado. En nuestro caso se trata del pecado original, y con la simbólica puesta de los restos en el sarcófago a través del cual podemos ver, Christensen nos permite el control con nuestra mirada, con nuestra vision- "pensado a través de mis ojos". Vemos dentro del sarcófago, a través del grueso cristal, pero ¿qué es lo que realmente vemos? Simultáneamente con la oportunidad que nos ofrece Christensen de utilizar nuestra Mirada controladora y domadora, o sea nuestra facultad de ver, discute también la existencia o no del pecado original, que es el objeto de nuestra mirada. La ineludible modalidad de lo visible.

Cuando Christensen expuso La Carga del Ángel en la exposición Utopía en Stavanger durante el otoño del año 2000(4), estaba ésta rodeada de tres esculturas llamadas Los Guardianes. Una misma forma en tres tamaños diferentes que nos recuedan a unos seres humanos estirando sus piernas, pero también pueden parecer unos monstruos, o unas bestias amenazantes. De alguna manera son los nuevos ángeles guardianes llenos de ira hacia los restos del pecado original, restos que creen vigilar y controlar. Pero son también una especie de versión del cuerpo humano simbólicamente mutilado, mentalmente manipulado, una parodia de nosotros mismos. ¿Es este el precio que tenemos que pagar si queremos deshacernos del pecado original? ¿O son estas figuras solamente el resultado de la existencia contínua de tal pecado, para así mostrarnos la necesidad de deshacernos del pecado original de una vez y para siempre? Aquí hay una urgencia implícita, urgencia que se basa en nuestra percepción de las esculturas y en las posibles conclusiones a las que lleguemos, en la forma de pensar a través de nuestros ojos. Esta es la ineludible modalidad de lo visible.
Al mirar más de cerca a estas extrañas figuras, éstas parecen seres humanos tremendamente cansados. Estan hechos combinando de manera fantástica madera, cuero y metal, lo que pone de relieve su calidad táctil. Puede parecer que han sido violadas dada su precaria y vulnerable posición. Pero esta violación más bien parece ser mental; donde debería encontrarse la cabeza alguien ha realizado un corte: no es posible descansar. Se ha cometido una injusticia y la única manera de enfrentarse a ella es a través de la protesta como una fuerza liberadora.

Este es el tipo de protesta que encontramos en la base de todas las obras de Christensen. Se lanzó como artista con una serie de esculturas: Bancos de Copulación, realizadas entre 1995-1996. Estos objetos nos muestran el aspecto nocturno de la existencia y el lado oscuro y siniestro del éxtasis - compulsión, obsesion y sufrimiento. Estos bancos se convirtieron en la metamorfosis de la imposibilidad del éxtasis como experiencia externa al Yo. Realizadas en cuero y madera, tienen una apariencia de muy usadas, desgastadas. Inspirado en descripciones sobre la cría de esclavos en los estados del sur de Estados Unidos hace 200 años, Christensen convierte sus Bancos de Copulación en instrumentos de tortura y fetiches de perversión.

Aquí apreciamos al deseo como una acción fría y estéril, vemos pervertirse la inocencia - los bancos pueden asociarse fácilmente con los columpios de los parques de nuestra infancia - vemos al sexo convertido en un rito mecánico, donde no se encuentran involucradas las emociones humanas. Estas esculturas representan la protesta de Christensen tanto contra la pesadilla de la que tratamos de despertar: la historia (el tratamiento de los esclavos), como contra el presente (la superficialidad con la que la sociedad actual enfoca la sexualidad mecánica). Este es un grito, lleno de sonidos y de ira, el cual culmina con la gran escultura En El Octavo Día (1997). Esta escultura tiene la forma de una enorme muela, pero que también representa una silla de parto y una guillotina, todo en uno. Esta escultura se convierte así, en una metáfora completa de la vida del ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte; concentrada y condensada como en la obra de teatro de Samuel Becket El Aliento. Christensen resume la vida y la muerte como removidas de la belleza convencional, tal como lo que André Breton llama beauté convulsive, la belleza conmocionada o la belleza que provoca convulsiones: "La belleza debe provocar convulsiones, de lo contrario no existe"(5).

Las esculturas de Christensen muestran esta belleza convulsiva, donde las convulsiones se convierten en un elemento central, tanto de su arte como de nuestra experiencia en él. En sus Bancos se palpan una repetición compulsiva y el fetichismo del cuerpo: objetos muertos se convierten en la meta y la dirección del deseo; y el deseo se transforma en éxtasis a través de la visualización del dolor y del sufrimiento. El elemento fetichístico se encuentra presente porque la sexualidad implícita no es natural, sino fabricada y porque las esculturas encarnan una materialización del deseo y la lujuria. La escultura En El Octavo Día no solamente es un intento por reescribir la historia de la creación, sino que también es una alegoría, una narrativa de la condición imposible de la vida del hombre: la sexualidad lleva consigo la muerte en el mismo momento en que alcanza el éxtasis. No sólo en el sentido francés de "la pequeña muerte", como ellos llaman al orgasmo, sino también como un resúmen pesimista de la existencia del hombre. La vida es una trampa. La función mecánica, sin pasión de la guillotina se encuentra aquí ligada a la chispa misma de la pasión - desesperada, dolorosa. Inevitable.

El título de esta escultura sugiere que Dios, luego de haber descansado el séptimo día, dejó a la humanidad por su cuenta, completamente abandonada. Entonces, ¿tal vez somos todos Lucifer? Este aspecto metafísico es el que une En El Octavo Día con La Carga Del Ángel y apreciamos además, los aspectos utópicos del arte de Allan Christensen. Su proyecto, el de deshacerse del pecado original y de reescribir la historia mítica de la creación, es una búsqueda de la Utopía búsqueda que, indudablemente, está condenada al fracaso. Christensen lo sabe y al continuar con la búsqueda, nos presenta el enorme potencial que se encuentra en el proceso de la creación artística, porque la Utopia no puede ser localizada, es un lugar inexistente que se encuentra más allá del horizonte. No puede ser alcanzado porque es una paradoja; la palabra misma niega su existencia, niega el lugar que menciona. Es un "lugar en medio" como lo señala Louis Marin:

Este es el lugar naciente para Utopía, un lugar neutro, una isla entre dos reinos, dos Estados del mundo, las dos mitades de la tierra, el espacio entre fronteras y los límites del horizonte que se cierran a la vista pero se abren al espacio; la isla Utopía que se fusiona en lo 'indefinido'.(6)

Christensen abre un espacio como el descrito anteriormente para que no sólo nos asomemos a las preguntas metafísicas sobre la eternidad, la creación y el pecado original, sino para que también veamos su comparación entre el ansia utópica del hombre y el acto creativo del artista. El poder trasgresor de la imaginación. Aún cuando Christensen no se pueda liberar del pecado original, puede alcanzar la eternidad de manera de quedar liberado de tales represiones, porque Utopia es el momento en el que el hombre y la eternidad se encuentran, el punto en el cual el hombre aprovecha una oportunidad sólo para darse cuenta de que ésta se desvanece en el mismo instante. Porque la eternidad es una trampa de la cual no hay despertar. Pero todavía puedes desafiarla, y esto parece ser lo que Christensen nos dice, es el proyecto utópico del artista. Aún cuando nunca pueda alcanzar su meta, tiene que continuar su búsqueda. No puede alcanzar lo que quiere conseguir. Al acercarse a la meta, la ve desaparecer. Allan Christensen nos muestra en términos prácticos y artísticos aquello para lo cual Adorno nos ha dado la base teórica:

El arte debe y quiere ser Utopía…pero al mismo tiempo el arte no debe ser utópico, porque la traicionaría al darle rostro y consuelo. Si se lograse la Utopía del arte, habría llegado su última hora.(7)

 

(1)
James Joyce, Ulises (1922) (Aylesbury: Penguin, 1972), p. 40          (tilbake)
(2)
Ovid, Metamorfosis
(Harmondsworth: Penguin Classics, 1971), p. 29           (tilbake)
(3)
Joyce, Ulises, p. 42         (tilbake)
(4)
Trond Borgen and Einar Børresen, Utopia. Cataloug
 (Stavanger: Rogaland Kunstmuseum, 2000)         (tilbake)
(5)
André Breton, Nadja (Paris: NRF, 1928)         (tilbake)
(6)
Louis Marin, "The Frontiers of Utopia" en Utopias and the Millennium, red. Krishnan Kumar og Stephen Bann
(London: Reaktion Books, 1993), p. 10         (tilbake)
(7)
Theodor W. Adorno, ETheory, trans. Robert Hullot-Kentor
(London Press, 1977), p. 32         (tilbake)
 

Trond Borgen (f. 1950) Licenciado de la Universidad de Bergen. Es noruego y crítico de arte para el periódico Stavanger Aftenblad. Además es director de algunas exhibiciones y conferencista. Ha escrito varios libros de arte.

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